martes, 2 de julio de 2013

Enigmática ciudad de TEOTIHUACAN


A unos 48 kilómetros de México D.F. se encuentran las ruinas de Teotihuacan, un conjunto arqueológico de colosales proporciones de las que tan sólo una pequeña parte han salido a la luz del día. Es en este enclave donde se pueden ver unas de las mayores pirámides de toda América, rodeadas de un extenso conjunto de templos y de una avenida principal de 1700 metros de longitud que es conocida como La Avenida de los Muertos, aunque se adivina su continuación en otros 600 metros más, aún sin descubrir. En esta avenida se ha creído ver una representación de la Vía Láctea.

Todo este complejo arquitectónico está orientado según el eje de la mayor de las pirámides, la Pirámide del Sol, con una desviación de 15 grados y 30 minutos con respecto al Norte verdadero, que hace coincidir su eje con el paso del Sol a través del cenit. La base de esta pirámide no llega a ser tan exacta como la de la Gran Pirámide, en este caso sus medidas son de 222 X 225 metros, prácticamente lo mismo que la Egipcia (230 metros), y su altura es algo menos de la mitad, 147 metros la situada a las orillas del Nilo y 65 metros la mexicana, sobre cinco cuerpos o niveles superpuestos en los que se han detectado algunos túneles y corredores, así como un pozo de unos 7 metros de profundidad al pie de la escalera principal y que termina bajo la pirámide en una gruta con forma de cuatro pétalos.





Curiosamente a diferencia de otras pirámides y templos de la antigüedad la Pirámide del Sol esta orientada al poniente. La otra pirámide de grandes proporciones es la Pirámide de la Luna, situada al fondo de la Avenida de los Muertos, con una altura de 45 metros y una base de 140 X 150 metros, pero al estar situada sobre una elevación natural del terreno hace que quede al mismo nivel que su compañera de mayores proporciones. Apenas sí se han realizado excavaciones y trabajos de investigación sobre ella, por lo que se desconoce si está dotada de túneles o cámaras. La Pirámide del Sol o Tonatiuh rige todo el complejo arquitectónico de Teotihuacan. Constituye el epicentro del cual se partió para construir una de las más enigmáticas ciudades de la antigüedad.



Pirámide de la Luna, Teotihuacan.

Algunas de las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en su momento tuvieron que ser de nuevo cubiertas por el peligro de su destrucción por falta de atenciones y cuidados mínimos, debido a la falta de recursos económicos que lograsen un perfecto mantenimiento. Entre otras construcciones destaca el Templo de Quetzalcoatl, al que los españoles bautizaron con el nombre de La Ciudadela, donde aparecen continuas referencias a este Dios representado en la figura de la serpiente emplumada, así como motivos marinos.

Los mitos aztecas cuentan que ellos no fueron los autores, sino los Quinanatzin, una raza de Dioses Gigantes que habían llegado desde el cielo en tiempos del Segundo Sol (según la mitología Azteca ahora vivimos en la época del Quinto Sol, que desaparecerá por una catástrofe al igual que los otros soles). Del mismo modo desconocían el nombre verdadero de la ciudad y la llamaron Teotihuacan, que en su lengua significaba Ciudad donde los Hombres se Convierten en Dioses. Los antiguos aztecas contaron a los españoles que en la antigüedad la Pirámide del Sol estaba recubierta de basalto negro, pintado con todos los colores del Arco Iris, pero insistieron en que cuando ellos llegaron, hacía siglos que estaba todo abandonado y sólo la utilizaban para ritos ceremoniales religiosos.
En la actualidad la arqueología oficial data el origen de Teotihuacan entre los siglos I y III de nuestra era, y se cree que alcanzó en su máximo nivel de expansión la cantidad de 200.000 habitantes, con una actividad básicamente agrícola. Por motivos totalmente desconocidos esta maravillosa ciudad fue abandonada entre los años 650 y 750 DC. También se cree que sus pobladores fueron una mezcla de pueblos autóctonos de Mesoamérica, con una fuerte influencia Tolteca, un pueblo con una estructura teocrática y guerrera.

Dentro de las curiosidades que podemos encontrar en Teotihuacan, fue el descubrimiento en 1906 de una gruesa capa de Mica en la parte superior de la Pirámide del Sol. La Mica es un mineral del grupo de los Silicatos, compuesto por unas hojuelas muy brillantes, elásticas y extremadamente delgadas, pero sobre todo un elemento muy resistente a la electricidad y al paso de neutrones, siendo un perfecto aislante dentro de un reactor nuclear. Como seguramente habrá gente que asocie este hecho a una simple casualidad en la construcción de la pirámide sin ninguna importancia, basta decir que jamás se ha encontrado este mismo material en ningún otro yacimiento arqueológico Americano (existe un templo muy próximo a la Pirámide del Sol que también posee Mica), y que este tipo de Mica, sólo se puede encontrar en Brasil, y es en la actualidad uno de los más apreciados para la elaboración de aislantes eléctricos en todo el mundo.




Mineral de Mica.

Un año antes de este descubrimiento, en 1905, se iniciaron las excavaciones en Teotihuacan, por parte de Leopoldo Batres, para limpiar la base y la superficie de la Pirámide del Sol. Fueron necesarios 5 años para retirar miles de toneladas de tierra dispersada artificialmente por alguna extraña razón que se encontraban sobre ella. Estaba toda su superficie cubierta por una capa de 4 metros de tierra que fueron depositados cuidadosamente, parece ser antes del abandono de la ciudad. Es como si hubiesen pretendido ocultar o aislar a la pirámide del resto del mundo. Nadie hasta ahora ha podido aclarar satisfactoriamente éste y otros misterios que rodean a la enigmática ciudad de Teotihuacan

  

Pirámide del Sol antes y después de las excavaciones.

Cada vez son más numerosos los investigadores de culturas antiguas que reconocen la existencia de una función estelar en los monumentos de culturas desaparecidas, como la egipcia, la China, la Mesopotámica o, como sucede en este caso, la Mesoamericana. Curiosamente, no deja de ser sintomático que muchas de estas culturas antiguas pusieran sus ojos en unas constelaciones muy concretas, como sucede con Orión, identificada por los antiguos egipcios, por ejemplo, con el Dios de la muerte, Osiris. Para él levantaron numerosas pirámides en el Valle del Nilo, dibujando sobre la Tierra el mismo esquema que tiene esta constelación en el cielo.
A exactamente 12487 kilómetros de la meseta de Gizeh y separados en el tiempo al menos por casi 2.000 años, en México, se encuentra el complejo piramidal de Teotihuacan, para muchos una continuación del gran enigma arqueológico que supone la meseta de Gizeh en Egipto (Robert Bauval, El Misterio de Orión, Barcelona. 1995).

El cuarto de millón de almas que llegó a poblar la metrópolis en su apogeo ofrece a lo largo de los 2 kilómetros que mide su gigantesca Avenida de los Muertos, una magnífica visión de lo que era capaz el Hombre de la antigüedad para satisfacer a sus Dioses. Pero, además de toda la parafernalia necrológica que rodea al recinto, las investigaciones más recientes de la última década han llegado a la conclusión de que también en Teotihuacan se dieron ciertas similitudes estelares que acercan este complejo al de Gizeh.
Los monumentos más importantes de la ciudad, las pirámides del Sol, de la Luna y el templo de Quetzalcoatl, construidos en algún momento entre el 200 a. C. y el 200 d. C., están ubicados en la misma posición que las pirámides Egipcias, si bien con una orientación diferente. La gran plaza de la Ciudadela y el templo del Sol, están paralelos a lo largo de la Avenida de los Muertos, mientras que el templo de la Luna está al final de la misma, es decir fuera del alineamiento con las otras dos, tal y como ocurre en la meseta de Gizeh con la pirámide de Micerinos.

Pero, no es ésta la única relación que se puede obtener entre las dos culturas. El investigador Stansbury Hagar llegó a la conclusión de que el complejo piramidal mexicano era un mapa del Cielo y que la Avenida de los Muertos desempeñaba la función de la Vía láctea, es decir, como Bauval sugería del Nilo para Egipto.
Este tipo de investigaciones ya tuvo su eco hace años en el seno de las más prestigiosas universidades europeas. Gerald S. Hawkins, astrónomo del observatorio de Cambridge (USA), es una de las piezas clave en el descubrimiento de aparentes coincidencias entre la construcción de Teotihuacan y algunas constelaciones.

Muy conocido desde la década de los 60 por su revolucionado libro "Stonehenge descodificado", en el que realizaba un barrido sistemático de las relaciones de este monumento megalítico con las estrellas del cielo, continuó sus investigaciones en otro volumen no menos codiciado que el anterior: "Más allá de Stonehenge". En él, Hawkins apunta que mientras las calles de Teotihuacan están planeadas sobre un sistema de cuadrículas, las intersecciones de estas mismas calles, en cambio, no tienen un ángulo de 90 grados como sería de esperar, sino de 89. Por su parte, tampoco la cuadrícula está orientada a los puntos cardinales, tal y como ocurre en casi todos los grandes monumentos de la antigüedad, sino que corre paralela a la Avenida de los Muertos, dirección Noreste, apuntando a la constelación de las Pléyades.







Complejo de Teotihuacan.

Empleando un programa informático al que proporcionó todos los datos del complejo de Teotihuacan, Hawkins descubrió algo aún más sorprendente. Y es que algunos de los monumentos estaban orientados hacia la estrella más grande de la constelación del Can Mayor, Sirio, la misma que los antiguos egipcios identificaban con la Diosa ISIS, esposa de Osiris, a quien, por su parte, vinculaban con Orión. Hugh Harleston, un ingeniero que trabajó en Teotihuacan durante los años 60 y 70, llegó a la conclusión de que esta ciudad bien podría ser una maqueta del Sistema Solar. En ella el templo de Quetzalcoatl sería el Sol; los planetas, una serie de monumentos adyacentes que guardaban la escala y distancias proporcionales.

Son muchas más las teorías que relacionan Teotihuacan, con algún elemento del Sistema Solar. En cualquier caso, haciendo un pequeño resumen de todas ellas, los problemas que proporcionan son muy similares a los de Gizeh. Y es que las pruebas históricas indican que su construcción debió de realizarse a partir del 200 a. C. en diferentes etapas, muy distanciadas en el tiempo. Sin embargo, las pruebas arqueoastronómicas parecen indicar que la ciudad debió de ser construida hace 6000 años, dando la razón a las tradiciones de los propios Aztecas, quienes mencionaban que fue la divinidad Quetzalcoatl quien la construyó en el año 3113 a.C.


Breve historia EGIPCIA

 


Antes del inicio de las civilizaciones sumeria o egipcia debió existir una increíble civilización ancestral durante una Edad de Oro, hacia el 10500 a. C., que culturizó a Egipto; pero también a Sumer, India, Japón, Grecia y México, dejando huellas profundas en sus sistemas de creencias.
La teoría de la Edad de Oro no empieza y termina en Egipto, sino que abarca otras muchas culturas a lo largo y ancho de la Tierra. Adéntrate en este estudio sobre las civilizaciones antiguas.

La historia ha estado siempre marcada y corregida por los arqueólogos. En este capítulo se introduce de forma breve los periodos de Egipto tal como nos los enseñan los historiadores. A lo largo del blog se intentará demostrar, con la ayuda de múltiples indicios arqueológicos, que en realidad la historia de Egipto se remonta, como mínimo, a 5000 años antes que el periodo predinástico.

Periodos de la historia de Egipto:
- Periodo Predinástico (c. 5500 a. C. - 3200 a. C.)
- Periodo Protodinástico (c. 3200 - 3100 a. C.)
- Periodo Arcaico (c. 3100 - 2700 a. C.)
- Imperio Antiguo (c. 2700 - 2250 a. C.)
- Primer Periodo Intermedio (c. 2250 - 2050 a. C.)
- Imperio Medio (c. 2050 - 1800 a. C.)
- Segundo Periodo Intermedio (c. 1800 -1550 a. C.)
- Imperio Nuevo (c. 1550 - 1070 a. C.)
- Tercer Periodo Intermedio (c. 1070 - 656 a. C.)
- Periodo Tardío (c. 656 - 332 a. C.)
- Periodo Helenístico (332 - 30 a. C.)
- Periodo Romano (30 a. C. - 640 d. C.)

En palabras del griego Herodoto, Egipto es un don del Nilo. Este río se convertiría para los egipcios en una potencia divina denominada Hapi, "El Brincador". Para ellos, el Nilo que vemos en forma de agua es sólo la proyección de un río celestial que da vida, riqueza y abundancia. Se representaba a Hapi como un personaje andrógino, de colgantes pechos y enorme vientre. Sería tal su importancia para los egipcios, que en los muros de muchos de sus templos, se pueden contemplar procesiones de "dioses-Nilo" llevando a los dioses magníficos productos agrícolas.

Las riberas del Río Nilo fueron alcanzadas por los primeros pobladores cuando éstos escapaban de la desertización del desierto del Sahara marcando el primer periodo de la historia de Egipto. Las distintas poblaciones indígenas fueron concentrándose tras la retirada de la última glaciación que ayudó a incrementar los pastizales. Datos arqueológicos basados en el estudio de utensilios, objetos cerámicos y ritos funerarios, demostraron la existencia de diversas culturas indígenas poblando las mismas zonas.

La cultura neolítica llegó a los territorios que hoy en día conocemos como Egipto sobre el 5000 a.C. Época en que las riberas del río dieron lugar a ricas y fértiles tierras de limo debido a las crecidas del Nilo. Pasado el tiempo y tras épocas de acuerdos y disputas los nomos (primeras comunidades indígenas) se agruparon en dos proto-naciones, el Alto Egipto y el Bajo Egipto, para quedar finalmente unificados por Menes hacia el año 3100 a. C., considerado por los antiguos egipcios el primer faraón de la primera dinastía marcando el inicio del periodo arcaico (dinastías I y II).

Durante el Imperio Antiguo (dinastías III a VI) se empezaron a erigir las primeras pirámides y grandes construcciones. Fue el faraón Dyeser (Zoser) quien mandó a Imhotep, sabio, médico, astrólogo y primer arquitecto conocido en la historia, el diseño y construcción de la pirámide escalonada de Saqqara. Pero fue durante la dinastía IV, con Seneferu, Keops y Kefrén, cuando se construyeron las mayores pirámides. La dinastía V marca un período de pequeñas trifulcas y desacuerdos que acentuará una época de descentralización, denominada primer periodo intermedio (dinastías VII a XI). Esta época destacó por un gran florecimiento literario, con textos doctrinales o didácticos, que muestran el gran cambio social. Osiris y Amón se convirtieron en las divinidades más populares. Egipto no volvió a reunificarse hasta el reinado del faraón Mentuhotep II, marcando el Imperio Medio (dinastías XI a XII). La economía prosperó como nunca lo había hecho antes gracias a la expansión exterior hacia regiones circundantes como África, Asia y el Mediterráneo. Es la época "clásica" por excelencia, con una prodigiosa floración literaria, un arte elegante y refinado y numerosísimos monumentos de los que muy pocos se han conservado. Se impulsó el culto al dios Amón.
El imperio medio cayó a partir de las migraciones paulatinas de libios y cananeos que acabó transformándose en una conquista militar por parte de los hicsos. La rápida conquista fue debida a su mejor preparación militar y a la introducción de los caballos y los carros de guerra a sus ejércitos. En este punto se inicia el segundo periodo intermedio (dinastías XIII a XVII). No fue hasta la independencia declarada por Tebas, cuando se inició la reconquista del territorio perdido. Originándose de esta forma el Imperio Nuevo (dinastías XVIII a XX) marcada por una gran expansión exterior y una serie de faraones guerreros como Ahmose I, Tutmosis III y Tutmosis IV. Egipto se convierte en la primera potencia del mundo mediterráneo. El país queda de nuevo unificado. Un ejército de calidad, una economía fuerte, conquistas, una sociedad refinada y lujosa, etc. Esta armonía se quebrantó con la subida al trono de Amenhotep IV o Ajenatón.

Ajenatón inició una reforma religiosa, denominada por algunos arqueólogos como el primer culto monoteísta, centrada en el dios Sol Atón. El faraón, junto a su mujer Nefertiti, iniciaron la revolución amarniana caracterizada por el naturalismo, llegando a efectuar apariciones desnudas ante el pueblo. A parte de esto, el arte amarniano también se impregnó a nivel escultural, mostrando representaciones de Ajenatón con cuerpo deforme. Según la bibliografía que se consulte, se pueden encontrar varias explicaciones a este hecho: en primer lugar se calificó como una enfermedad genética y hereditaria llamada síndrome de Marfan caracterizado fenotípicamente por un aumento inusual de la longitud de los miembros. Por otro lado, también se ha diagnosticado que Ajenatón pudo padecer el síndrome de Frohlich marcado por un retraso de la pubertad, testes pequeños y obesidad. Estos datos explicarían porque el cuerpo del faraón siempre se ha representado con características femeninas.

La mayoría de las posesiones de Asia se perdieron ante el avance de los hititas y la despreocupación del faraón. Después de un periodo de debilidad monárquico, llegaron al poder las castas militares Ramésidas, que consiguieron afianzar las fronteras. A pesar de esto, los pueblos libios consiguieron derrotar a los ejércitos egipcios instaurando así el tercer periodo intermedio (dinastías XXI a XXV). El periodo tardío (dinastías XXVI a XXXI) se caracteriza por la conquista de los ejércitos persas dirigidos por Cambises I, hijo de Ciro I, convirtiendo a Egipto en una satrapía. El territorio es liberado en el año 405 a. C. y aún conocerá tres dinastías libres. Es durante la XXX dinastía cuando Egipto emprende construcciones inmensas. Quiere transmitir a toda costa su sabiduría, su arte de pensar y de vivir, su genio arquitectónico y escultórico. En contra de las predicciones, llega en el año 343 a. C. la segunda ocupación persa acompañada de crímenes y destrucciones.

En el año 332 a. C., Alejandro Magno conquista Egipto tras derrotar a los ejércitos persas de Darío III en múltiples batallas: Gránico, Issos y Tiro. Iniciándose así el periodo helenístico. Este finaliza con la incorporación de Egipto al Imperio Romano tras la batalla de Actium, en el año 31 a. C. En el año 30 a. C. muere Cleopatra y Egipto se convierte en una provincia del Imperio Romano abriendo el periodo romano. Egipto cae en decadencia y pierde importancia. Será necesario aguardar a la expedición de Napoleón, en 1799, y al genio descubrimiento de un joven sabio francés, Jean-François Champollion, en 1822, para poder revivir la aventura de los faraones y descifrar los jeroglíficos.

Se han vertido largos ríos de tinta en intentar explicar los múltiples enigmas que giran alrededor de la única maravilla del mundo que ha llegado a nuestros días y todavía nos seguimos preguntando ¿cómo?, ¿cuándo? y ¿por qué? La constante pi de sus proporciones, los 2.800.000 bloques que conforman la mayor de las pirámides, algunos de ellos de hasta 80 toneladas, el sorprendente pulido de los bloques que conforman la cámara funerario y, además, que no dejan pasar una hoja entre ellos... todos estos indicios nos hacen pensar en el empleo de una tecnología imposible para la época.

Se ha catalogado el complejo funerario de Gizeh hacia el 2500 a.C., durante la IV dinastía del faraón Keops. Pero la verdad es que no hay muchas pruebas para catalogar quién fue el constructor originario y cuál fue el verdadero sentido de la construcción de este grandioso monumento. La mayor culpa de esto reside en la expoliación, por parte de un emir, de los 27.000 bloques de granito rosado que revestían la gran pirámide, que fueron utilizados para construir muchos de los antiguos edificios que hoy en día se levantan en El Cairo. Estos bloques estaban completamente grabados con signos jeroglíficos que situaban el verdadero origen y utilidad de esta pirámide. Así pues, la única prueba que hoy existe para aceptar que la Gran Pirámide fue construida para el reposo de dicho faraón, es la de un sello grabado encontrado en el interior de la Cámara de Descarga.

El 21 de julio de 1798, Napoleón exhortó a sus soldados, durante la batalla que enfrentaría las tropas francesas y a los mamelucos, con la mítica frase ¡cuarenta siglos os contemplan! Con esto se refería a la edad de la más grande de las tres pirámides de la meseta de Gizeh. Los egiptólogos han verificado, casi 200 años después, que esta cifra es, en principio, correcta. Se menciona `en principio´, ya que se va a demostrar que este dato no es del todo cierto.

En efecto, la sociedad actual cree que la Gran Pirámide de Gizeh, fue levantada hace 4500 años. Pero pensándolo más fríamente, ¿cómo pudo levantarse un monumento que originalmente superó los 146 metros de altura? Tenemos que imaginar que, durante el siglo 25 antes de nuestra era, en principio, sin ruedas ni poleas, ni grúas o máquinas de ninguna clase, un grupo indeterminado de obreros movió la friolera de más de dos millones de bloques, de pesos comprendidos entre las 2,5 y las 60 toneladas.

Las incógnitas no terminan aquí: la Gran Pirámide asombra a la persona que la mira desde el aire por contemplar sus cuatro paredes orientadas a los cuatro puntos cardinales con suma precisión, y lo consiguieron sin haber tenido la ayuda de la brújula, ya que esta se inventaría en China en el siglo IX. Además, sin la utilización del hierro, los constructores de las pirámides practicaron agujeros que parecen hechos con un taladro en los que, al examinar las muescas, se ve que cada vuelta de torno profundizaba en el granito hasta doscientas veces más. Actualmente esto se lograría con un taladro de punta de diamante. Para terminar de redondear el tema, sin instrumentos ópticos orientaron algunos canales internos hacia la posición que ocupaban, en esos tiempos, estrellas como Sirio, Zeta Orión o Alfa del Dragón, muy importantes dentro del contexto religioso egipcio.

También hay que remarcar el descubrimiento que hizo en el siglo pasado John Taylor, al demostrar que el perímetro de la pirámide dividido entre el doble de su altura equivale a 3,1416... el número pi. A pesar de lo increíble que pueda parecer esto, el estudio de pi se remonta a la época del escriba egipcio Ahmes (1800 a. C.) y su papiro Rhind.


Estos monumentos representan una proeza técnica de tal magnitud que arqueólogos y científicos aún siguen buscando claves constructivas que expliquen cómo se levantaron. En este sentido, la doctora californiana Maureen Clemmons no comparte la teoría sobre la construcción de las pirámides defendida hasta ahora por prácticamente todos los egiptólogos: la idea de miles de esclavos trasladando gigantescas piezas de piedra mediante rampas de madera, arena y ladrillo no le parece creíble. Por eso, ha elaborado su propia hipótesis, que se basa en el aprovechamiento de un elemento tan natural como el viento. Ahora toda la comunidad científica considera verosímil que los constructores del Antiguo Egipto utilizasen la energía eólica.

El uso de la energía eólica comenzó en esta zona del planeta, pues es aquí donde se inventó la vela en una fecha anterior a 3500 a. C. Con una persistencia ejemplar, en 1997 la Dra. Clemmons se planteó un objetivo: demostrar que esa civilización utilizó el viento para realizar sus proyectos de ingeniería. Así, lo que comenzó siendo un experimento científico poco relevante, ha recorrido un largo e interesante camino de pruebas y experimentos hasta convertirse en una teoría más. Clemmons afirma:

La teoría más extendida es la del trabajo manual y el uso de rampas. Yo estoy convencida de la inteligencia de los egipcios, y pienso que utilizaron rampas, trabajo manual y, también, cometas. No creo que una cosa excluya las otras. Creo que nuestra hipótesis incide en las teorías actuales y las fortalece.

Los egipcios tallaban sus obeliscos en una sola pieza. Eran pilares finos, en forma de aguja. Creían en el carácter sagrado de esos objetos y los construían por parejas para los templos del dios solar. La grandeza de los obeliscos ha ido acompañada de la mano con la evolución de las construcciones egipcias. Por lo que se ha observado, estos eran más pequeños en el Imperio Antiguo y más grandes en el Imperio Nuevo. Los experimentos de iniciaron con el levantamiento de troncos de secuoya mediante cometas. Las ideas de Maureen llegaron a oídos de un ingeniero aeronáutico de gran renombre y prestigio, el Dr. Hans Hornung. Cuando Clemmons les presentó su hipótesis, él y todo el Instituto Tecnológico de California firmaron el acuerdo que hacía nacer el proyecto Cometa. Gracias a esto pudo reunir un grupo de expertos en diferentes campos para abordar uno de los mayores misterios de la antigüedad.

El objetivo fue levantar dos obeliscos y mover piedras del tamaño de las utilizadas en la construcción de las grandes pirámides. Empezaron por los obeliscos debido a su enorme peso y a su forma de aguja, suponiendo un reto mayor. El primer obelisco con el que trabajaron pesaba tres toneladas y media. El primer paso fue diseñar un sistema de elevación estable, seguro y, sobre todo, adecuado a lo que los antiguos egipcios habrían hecho con los conocimientos y materiales de que disponían. Los primeros ensayos se hicieron con materiales modernos, que paulatinamente fueron reemplazados por los que utilizaban los antiguos egipcios.

Como el cielo nocturno y las crecidas del Nilo, el viento era una de las pocas constantes en la vida de los antiguos egipcios. El meteorólogo de la NASA Edward Teets, miembro del proyecto Cometa, analizó los patrones eólicos del país y descubrió que se producen regularmente con un ritmo constante de repetición anual. Los vientos, sobre todo los del noroeste y nordeste, por la situación del Mediterráneo al norte de Egipto, se convirtieron en una importante herramienta para los egipcios, ya que los barcos de vela transformaron su forma de viajar, comerciar y comunicarse. Por eso, desde una época muy temprana, los egipcios dominaron este elemento natural y usaron velas en sus barcos para viajar de norte a sur. De su a norte no las necesitaban, pues los impulsaba la corriente del Nilo. No obstante, a pesar de la importancia del río, de la navegación a vela y del viento, apenas existen testimonios escritos sobre ello, y tampoco hay pruebas arqueológicas y se conservan muy pocas pinturas al respecto. Pero se sabe que navegaban a vela y que tuvo que existir una industria.

En los laboratorios de experimentación del Instituto Tecnológico de California, los investigadores calcularon el tamaño de las rocas egipcias, así como cuánta fuerza se podía generar con diferentes velocidades del viento y cometas de distinto tamaño. Las primeras pruebas físicas no fueron sencillas y enseguida probaron que, cuando una cometa coge aire y se hincha por primera vez, se produce una fuerza repentina hasta dos veces más potente de lo normal.

En primer lugar sujetaron una cometa de nailon de 140 metros cuadrados a un obelisco de 3,5 toneladas colocado sobre una plataforma. Un bien pensado entramado de cuerdas ligado a un sistema de frenado y otro de poleas tiró de la pesada pieza. Se estudiaron los ángulos con el fin de no desperdiciar ni un ápice de la fuerza del viento. En la segunda etapa los investigadores emplearon materiales similares a los del diseño original. Es probable que las cometas fueran de lino y que cualquier estructura que hubiera fuese de madera. Además, tenían cuerdas que podrían haber usado como tiro.

El objetivo se consiguió: después de varias horas de intentos, en tan solo 25 segundos, se consiguió levantar el obelisco. Su siguiente paso fue centrarse en un obelisco de 11 toneladas. Un tamaño todavía pequeño comparado con los originales que pesaban entre 50 y 455 toneladas. En realidad, los egipcios usaban granito, pero se trata de una piedra demasiado cara para el experimento. Así que, con el fin de proporcionar mayor consistencia a la pieza, los investigadores utilizaron cemento reforzado con un enrejado de rebar, un subproducto del acero. En su viaje hacia el mundo antiguo, el equipo continuó reemplazando gradualmente algunos materiales modernos por otros disponibles en el Egipto faraónico. Había que sustituir las poleas de acero con cojinetes y las cometas de nailon. Se probó en seco en una máquina de resistencia a la tracción cuerdas hechas de cáñamo.

En mayo de 2003 se pusieron manos a la obra. A vistas de la expiración de su contrato a finales de año, Clemmons y su equipo se dedicaron al máximo. Tras cinco intentos fallidos, se consiguió levantar unos metros la piedra de 11 toneladas mediante la fuerza del viento y una cometa. Queriendo ante todo demostrar que los egipcios fueron capaces de llevar a cabo estos levantamientos, el quipo dio el último paso del proceso de retroceso histórico, cambiando la cometa de nailon por una de lino. Lo único que obtuvieron fueron fracasos y el tiempo apremiaba a presentar algún avance.

Decidieron cambiar de perspectiva e intentar arrastrar un bloque de 2 toneladas parecido a los múltiples que conforman las pirámides. A lo largo de una rampa con 10 grados de inclinación, que supuestamente usaron los egipcios, la piedra se movió. El grupo se preparó para construir una mini pirámide de 3 bloques y consiguieron arrastrar cada una de las piedras por la rampa y colocarla exactamente donde querían. Al conseguir esto, pudieron ampliar ligeramente el contrato con lo que dispusieron de algo más de tiempo para volver a intentar levantar el obelisco. Lo consiguieron en enero de 2004 con un viento constante de 38 y 40 kilómetros por hora. El experimento no demostró que los egipcios utilizaron este mecanismo para levantar pesos pero sí que pudieron haberlo hecho de esta forma.

A finales de 1945 o principios de 1946, el director técnico de la London Fumigation Company para Oriente Medio, Herbert Cole, fue llamado por las autoridades de Egipto para un encargo oficial. Cole se dedicaba a la desinfección de los barcos de guerra británicos que atracaban en el puerto de Alejandría y en estos momentos se le requería para fumigar la pirámide de Kefrén.

Se planteó utilizar gas cianhídrico, idéntico al que los nazis usaron en sus campos de exterminio, para eliminar a los parásitos. Al anclar uno de los extractores entre las juntas de dos bloques del monumento, una trilla de madera y un hueso (la falange de un pulgar humano) saltaron de una de aquellas ranuras. Sin prestar atención a la importancia del hallazgo, decidió quedarse los restos y los conservó como recuerdo hasta su muerte en 1993.

Anteriormente a esto, ya se habían encontrado restos óseos humanos y de animales en el interior de las pirámides. Todos fueron datados mediante el mecanismo del carbono-14 dando resultados poco alentadores: la mayor parte de los restos pertenecían a estos últimos 20 siglos. La teoría del carbono-14 es simple, se parte de la certeza de que el carbono es un isótopo radiactivo que se encuentra en todos los seres vivos en una proporción fija. Al morir, ese isótopo se va disipando de forma progresiva, de manera que basta con calcular el carbono-14 perdido por un cuerpo o sustancia orgánica para determinar con cierta precisión la fecha de su muerte. Mediante esta técnica se ha conseguido datar restos de seres vivos tan antiguos como los restos del faraón Zoser datados como 2700 +/- 75 años a. C.

Los restos encontrados por Cole tenían, a diferencia de los hallazgos anteriores, una particularidad: estaban encajados entre dos bloques del monumento, tal vez desde la época de su construcción. Su hijo, Michael Cole, se dio cuenta del legado de su padre y decidió escribir y enviar los restos al ingeniero Robert Bauval, del cual se hablará en otro capítulo, en octubre de 1998. Bauval comenzó a trabajar de inmediato y debía garantizarse una rápida y fidedigna datación. Pero durante los dos siguientes años, su trabajo no hizo más que dar palos de ciego y terminó en un callejón sin salida. Tres instituciones, el Museo Británico, el Servicio Egipcio de Antigüedades y la Universidad de Boston, le rechazaron las pruebas por parecer poco fidedignas.

Gracias al director en aquel entonces, marzo de 2000, de la revista Más Allá de la Ciencia, Javier Sierra, que financiaron las pruebas, las muestras viajaron a España. La gestión científica recayó en el doctor Fernán Alonso del Laboratorio de Geocronología del Instituto de Química Física Rocasolano. Las muestras, 500 miligramos de hueso y 28 de madera, se enviaron a la National Science Foundation de Tucson, en Arizona. Hubo que esperar hasta el 12 de marzo de 2001 para obtener unos resultados ciertamente desconcertantes: la madera fue fechada en el 2215 +/- 55 años BP.

En un principio, estos resultados parecen del todo correctos si se tiene en cuenta que las pirámides fueron construidas, aproximadamente, en el 2500 a. C. No era un mal resultado, pero no confirmaba las sospechas de Bauval de que las pirámides podrían tener una antigüedad muy superior a esa fecha, tal como se argumentará en otro capítulo. Pero ése fue un error ya que las siglas BP significan Before Present. Es decir, tenía que entenderse como que la madera era de hace 2215 años. La época propuesta era la ptolemaica durante el periodo helenístico.

Una semana después, llegaron los resultados referentes al hueso. Éste se dató con una edad de unos 128 +/- 36 años BP. No cabía entender como era posible que dos muestras orgánicas encontradas en la misma ranura distaran tanto cronológicamente. Para su explicación, Javier Sierra y Robert Bauval, dieron dos posibles hipótesis: en primer lugar, es muy posible que durante alguna operación del explorador italiano Giovanni Battista Belzoni, que desenterró la entrada superior al monumento en 1818, hubiese ocurrido algún accidente. No es demasiado especular sostener que uno de sus obreros hubiera podido advertir la presencia de un trozo de madera en la junta de dos bloques y que al tratar de rescatarla se quedara atrapado allí, viéndose obligado a mutilarse el dedo. La segunda idea apunta al coronel británico Howard Vyse que despejó en 1837 la entrada inferior a la pirámide. Para ello empleó explosivos y es de suponer que alguno de sus empleados perdiera un dedo.

Afortunadamente, las investigaciones científicas y hallazgos arqueológicos no terminan aquí. En marzo de 1993 fueron descubiertos unos fragmentos de madera por el pequeño robot Upuaut II en el canal norte de la Cámara de la Reina, a unos 24 metros de profundidad. El canal de 20x20 centímetros y 65 metros de largo desveló al robot una pieza de madera y una larga vara metálica. Actualmente aún no se han podido recuperar. En septiembre de 2002 un nuevo robot financiado por National Geographic volvió a explorar esos conductos y confirmó la presencia de la madera, sin extraerla. Pero también pareció demostrar la presencia de una puerta con dos argollas de cobre que bloqueaban la entrada a una cámara aún no descubierta. Esta primera puerta fue agujereada, por el personal especialista del programa de televisión, para introducir una cámara en su interior, pero ante su asombro, detrás se escondía otra cámara sellada. El Gobierno egipcio sumió en un mutismo la investigación. ¿Por qué tanto misterio?, ¿sabremos algún día que hay detrás de esto?, ¿autorizará el gobierno egipcio a abrir la segunda puerta? ó... ¿ya la han abierto?

Otras expediciones científicas llevadas a cabo por la Universidad de Waseda, Japón, empleando técnicas microgravimétricas en el interior de la Gran Pirámide, donde se hacía una especie de radiografía, indicaron la presencia de corredores y cámaras aún no descubiertas en la misma. Asimismo detectaron haciendo una exploración electromagnética, reflexiones anormales en la Pirámide (en el interior y en las propias rocas).