En deuda con Egipto
Con
todos los razonamientos ya expuestos, podemos concluir que antes del inicio de
las civilizaciones sumeria o egipcia debió existir una increíble civilización
ancestral que culturizó a Egipto; pero también a Sumer, India, Japón, Grecia y
México, dejando huellas profundas en sus sistemas de creencias.
De esta forma se podría explicar por qué todos estos pueblos construyeron pirámides o terrazas escalonadas orientadas a determinados puntos astronómicos, por qué veneraban serpientes como criaturas dadoras de conocimiento o por qué sus respectivos cultos perseguían la consecución de la inmortalidad del ser humano.
La teoría de la Edad de Oro no empieza y termina en Egipto, sino que abarca otras muchas culturas a lo largo y ancho de la Tierra.
En capítulos posteriores vamos a profundizar en otros misterios y enigmas de la historia que ayudarán a respaldar la existencia de una civilización precursora a todo lo que actualmente conocemos y dotada de una inteligencia capaz de construir y diseñar los pilares de todas las culturas posteriores.
Por los datos estudiados, parece ser que esta civilización debió poblar la Tierra antes del 10500 a. C. La razón por la cual desapareció, abriendo y facilitando el paso a las civilizaciones que hoy en día sabemos que han existido por sus restos arqueológicos, sigue siendo un misterio. Seguramente fue debido a una catástrofe natural a nivel mundial que acabó con todo lo anterior y dejó los despojos de esa cultura ancestral para que la encontraran los nuevos pueblos.
El calentamiento de nuestra atmósfera ha reducido la intensidad de los hielos polares a sólo 27 millones de kilómetros cuadrados de superficie. Desde el 8000 a. C. en adelante, los cambios, aunque menores, no han dejado de producirse. Todas las civilizaciones antiguas hablaron en un momento u otro de grandes islas o masas continentales que desaparecieron bajo las aguas.
El mito platónico de la Atlántida, la leyenda de Lemuria y tantas otras tradiciones pudieron estar refiriéndose a un hecho cierto. Una catástrofe geológica real que modificó el perfil de las playas del mundo hace miles de años.
Como ejemplo de todo esto encontramos la desaparición de la isla Krakatoa en 1883, en el estrecho de Sundra, entre Java y Sumatra. Una sola erupción volcánica la destruyó en mil pedazos. Provocó tsunamis con olas de cuarenta metros de altura.
Pero lo curioso es que, en 1928, en el mismo lugar en el que se hundió Krakatoa, volvió a emerger una isla. Hoy la llaman Anak Krakatoa, `hija de Krakatoa´, y en unas décadas será tan grande como su madre. ¿Se repetirá la historia?
El brusco ascenso de las aguas durante el último cambio climático global, hace ocho milenios, sepultó islas, antiguas bahías y, quizás, ciudades y hasta civilizaciones enteras.
Tal vez incluso nos empujó a nuestra Edad de Piedra, sumergiendo para siempre esa mítica Edad de Oro de la que hablan todas las tradiciones. Siguiendo con el mismo razonamiento, esta hipótesis nos explicaría de un modo convincente por qué existen más de un centenar de leyendas que hablan de un Diluvio Universal en los cuatro rincones del planeta.
Esos mitos podrían ser los últimos recuerdos de un tiempo anterior al origen oficial de nuestra civilización.
Estudios realizados por el personal del Departamento de Geología de la Universidad de Durham, desde 1970, han demostrado que el Mediterráneo ha sufrido grandes cambios que empezaron a sucederse hace unos 18000 años.
El estrecho de Gibraltar era aún más sucinto que hoy, Córcega y Cerdeña formaban una sola isla, y Malta tenía varios kilómetros más de anchura. Al iniciarse el deshielo de Europa, una enorme masa de agua se derramó sobre el Mediterráneo. Gibraltar fue incapaz de drenarla al Atlántico y los niveles del mar subieron hasta 60 metros.
Una creciente comunidad científica apoya la teoría que antes del 10000 a. C. existieron una o varias civilizaciones muy avanzadas en las costas mediterráneas, que se perdieron para siempre bajo las aguas.
Al subir el nivel del mar, es indiscutible pensar que decenas de núcleos urbanos desaparecieran, devolviendo a la humanidad a la época de las cavernas. El único problema es que no sabemos donde están hoy esas ciudades sumergidas.
En el caso de Egipto, hay que plantearse la posibilidad que esta subida en los niveles del agua, inundara el delta del Nilo y todas las áreas próximas. De esta forma se entenderían las pruebas en torno a la Esfinge que apuntan a que estuvo sumergida.
En el año 2002, Graham Hancock, se propuso encontrar los hipotéticos restos sumergidos. Él estaba seguro de algo: los pueblos de la Edad de Oro estuvieron obsesionados con las estrellas y transmitieron parte de su saber a las civilizaciones que surgieron tras su desaparición.
Esto fue lo que ocurrió en la India, Egipto, Centroamérica, las islas del Mediterráneo y China. Para ello buceó en el estrecho de Gibraltar, las costas de Málaga y Almería, el mar Adriático, Malta, Cerdeña y Sicilia.
De todo lo estudiado, lo que le llamó más la atención fue el archipiélago de Malta.
Es el lugar donde se encuentran los monumentos megalíticos más antiguos del mundo.
Los científicos sitúan los restos entorno al 5600 - 3600 a. C. y admiten que los primeros asentamientos humanos en Malta se produjeron hace siete mil doscientos años. Todos estos datos vienen respaldados por la datación mediante el carbono-14 de restos de huesos y cerámica encontrados entre las piedras. Aún así, muchos creen que estas dataciones son discutibles.
Hancock creía que encontrando un templo megalítico similar a los conocidos pero bajo el agua, conseguiría demostrar sus teorías. Lo que él no sabía es que ya se le habían adelantado. El alemán Hubert Zeitlmair en 1999, encontró y fijó sus coordenadas en un GPS, los restos de unos bloques de piedra, incisiones rectilíneas en el suelo a modo de raíles y agujeros que asemejaban bocas de pozo. Todo de indudable manufactura humana. El problema de Zeitlmair fue declararse seguidor de un escritor neoyorquino que afirmaba la presencia de extraterrestres en la Tierra. Debido a esto, nadie le hizo caso. Javier Sierra, un gran escritor que apoya la teoría de la Edad de Oro, se entrevistó con él y quedó absorto al oír sus explicaciones: según Zeitlmair había conseguido averiguar la posición de un nuevo recinto sumergido gracias a que los constructores ajustaron los monumentos a imitación de posiciones de cuerpos del sistema solar.
Graham Hancock quiso corroborar todos estos hallazgos y lo consiguió. Se zambulló alrededor de las costas de Malta y localizó gradas, arcos y escaleras. Incluso pudo fechar las estructuras, con la ayuda de unos mapas de inundaciones, entre quince y dieciocho mil años de antigüedad. Además se atrevió a decir que la Era de los Megalitos debía datarse de nuevo, retrasándola hasta hace trece mil años.
Malta no es la única isla del Mediterráneo que esconde los misterios de una civilización tan avanzada. Viajando un poco más al noroeste, se encuentra la isla de Cerdeña. Hacia el 3000 a. C. esta isla estuvo habitada por una poderosa cultura, los Ozieri. A ellos se les a atribuido la construcción del monumento más misterioso de toda la isla: se trata de una pirámide escalonada, de unos nueve metros de altura, con lados de 37 y 30 metros respectivamente y dividida en tres grandes escalones o gradas, llamada Monte d´Accoddi.
Los expertos no se ponen de acuerdo respecto a su antigüedad, incluso no saben muy bien lo que significa su nombre. Los primeros arqueólogos que la estudiaron afirmaron que presentaba grandes conexiones con los zigurats mesopotámicos. Por lo tanto, ¿llegaron los sumerios a Cerdeña?
De esta forma se podría explicar por qué todos estos pueblos construyeron pirámides o terrazas escalonadas orientadas a determinados puntos astronómicos, por qué veneraban serpientes como criaturas dadoras de conocimiento o por qué sus respectivos cultos perseguían la consecución de la inmortalidad del ser humano.
La teoría de la Edad de Oro no empieza y termina en Egipto, sino que abarca otras muchas culturas a lo largo y ancho de la Tierra.
En capítulos posteriores vamos a profundizar en otros misterios y enigmas de la historia que ayudarán a respaldar la existencia de una civilización precursora a todo lo que actualmente conocemos y dotada de una inteligencia capaz de construir y diseñar los pilares de todas las culturas posteriores.
Por los datos estudiados, parece ser que esta civilización debió poblar la Tierra antes del 10500 a. C. La razón por la cual desapareció, abriendo y facilitando el paso a las civilizaciones que hoy en día sabemos que han existido por sus restos arqueológicos, sigue siendo un misterio. Seguramente fue debido a una catástrofe natural a nivel mundial que acabó con todo lo anterior y dejó los despojos de esa cultura ancestral para que la encontraran los nuevos pueblos.
El calentamiento de nuestra atmósfera ha reducido la intensidad de los hielos polares a sólo 27 millones de kilómetros cuadrados de superficie. Desde el 8000 a. C. en adelante, los cambios, aunque menores, no han dejado de producirse. Todas las civilizaciones antiguas hablaron en un momento u otro de grandes islas o masas continentales que desaparecieron bajo las aguas.
El mito platónico de la Atlántida, la leyenda de Lemuria y tantas otras tradiciones pudieron estar refiriéndose a un hecho cierto. Una catástrofe geológica real que modificó el perfil de las playas del mundo hace miles de años.
Como ejemplo de todo esto encontramos la desaparición de la isla Krakatoa en 1883, en el estrecho de Sundra, entre Java y Sumatra. Una sola erupción volcánica la destruyó en mil pedazos. Provocó tsunamis con olas de cuarenta metros de altura.
Pero lo curioso es que, en 1928, en el mismo lugar en el que se hundió Krakatoa, volvió a emerger una isla. Hoy la llaman Anak Krakatoa, `hija de Krakatoa´, y en unas décadas será tan grande como su madre. ¿Se repetirá la historia?
El brusco ascenso de las aguas durante el último cambio climático global, hace ocho milenios, sepultó islas, antiguas bahías y, quizás, ciudades y hasta civilizaciones enteras.
Tal vez incluso nos empujó a nuestra Edad de Piedra, sumergiendo para siempre esa mítica Edad de Oro de la que hablan todas las tradiciones. Siguiendo con el mismo razonamiento, esta hipótesis nos explicaría de un modo convincente por qué existen más de un centenar de leyendas que hablan de un Diluvio Universal en los cuatro rincones del planeta.
Esos mitos podrían ser los últimos recuerdos de un tiempo anterior al origen oficial de nuestra civilización.
Estudios realizados por el personal del Departamento de Geología de la Universidad de Durham, desde 1970, han demostrado que el Mediterráneo ha sufrido grandes cambios que empezaron a sucederse hace unos 18000 años.
El estrecho de Gibraltar era aún más sucinto que hoy, Córcega y Cerdeña formaban una sola isla, y Malta tenía varios kilómetros más de anchura. Al iniciarse el deshielo de Europa, una enorme masa de agua se derramó sobre el Mediterráneo. Gibraltar fue incapaz de drenarla al Atlántico y los niveles del mar subieron hasta 60 metros.
Una creciente comunidad científica apoya la teoría que antes del 10000 a. C. existieron una o varias civilizaciones muy avanzadas en las costas mediterráneas, que se perdieron para siempre bajo las aguas.
Al subir el nivel del mar, es indiscutible pensar que decenas de núcleos urbanos desaparecieran, devolviendo a la humanidad a la época de las cavernas. El único problema es que no sabemos donde están hoy esas ciudades sumergidas.
En el caso de Egipto, hay que plantearse la posibilidad que esta subida en los niveles del agua, inundara el delta del Nilo y todas las áreas próximas. De esta forma se entenderían las pruebas en torno a la Esfinge que apuntan a que estuvo sumergida.
En el año 2002, Graham Hancock, se propuso encontrar los hipotéticos restos sumergidos. Él estaba seguro de algo: los pueblos de la Edad de Oro estuvieron obsesionados con las estrellas y transmitieron parte de su saber a las civilizaciones que surgieron tras su desaparición.
Esto fue lo que ocurrió en la India, Egipto, Centroamérica, las islas del Mediterráneo y China. Para ello buceó en el estrecho de Gibraltar, las costas de Málaga y Almería, el mar Adriático, Malta, Cerdeña y Sicilia.
De todo lo estudiado, lo que le llamó más la atención fue el archipiélago de Malta.
Es el lugar donde se encuentran los monumentos megalíticos más antiguos del mundo.
Los científicos sitúan los restos entorno al 5600 - 3600 a. C. y admiten que los primeros asentamientos humanos en Malta se produjeron hace siete mil doscientos años. Todos estos datos vienen respaldados por la datación mediante el carbono-14 de restos de huesos y cerámica encontrados entre las piedras. Aún así, muchos creen que estas dataciones son discutibles.
Hancock creía que encontrando un templo megalítico similar a los conocidos pero bajo el agua, conseguiría demostrar sus teorías. Lo que él no sabía es que ya se le habían adelantado. El alemán Hubert Zeitlmair en 1999, encontró y fijó sus coordenadas en un GPS, los restos de unos bloques de piedra, incisiones rectilíneas en el suelo a modo de raíles y agujeros que asemejaban bocas de pozo. Todo de indudable manufactura humana. El problema de Zeitlmair fue declararse seguidor de un escritor neoyorquino que afirmaba la presencia de extraterrestres en la Tierra. Debido a esto, nadie le hizo caso. Javier Sierra, un gran escritor que apoya la teoría de la Edad de Oro, se entrevistó con él y quedó absorto al oír sus explicaciones: según Zeitlmair había conseguido averiguar la posición de un nuevo recinto sumergido gracias a que los constructores ajustaron los monumentos a imitación de posiciones de cuerpos del sistema solar.
Graham Hancock quiso corroborar todos estos hallazgos y lo consiguió. Se zambulló alrededor de las costas de Malta y localizó gradas, arcos y escaleras. Incluso pudo fechar las estructuras, con la ayuda de unos mapas de inundaciones, entre quince y dieciocho mil años de antigüedad. Además se atrevió a decir que la Era de los Megalitos debía datarse de nuevo, retrasándola hasta hace trece mil años.
Malta no es la única isla del Mediterráneo que esconde los misterios de una civilización tan avanzada. Viajando un poco más al noroeste, se encuentra la isla de Cerdeña. Hacia el 3000 a. C. esta isla estuvo habitada por una poderosa cultura, los Ozieri. A ellos se les a atribuido la construcción del monumento más misterioso de toda la isla: se trata de una pirámide escalonada, de unos nueve metros de altura, con lados de 37 y 30 metros respectivamente y dividida en tres grandes escalones o gradas, llamada Monte d´Accoddi.
Los expertos no se ponen de acuerdo respecto a su antigüedad, incluso no saben muy bien lo que significa su nombre. Los primeros arqueólogos que la estudiaron afirmaron que presentaba grandes conexiones con los zigurats mesopotámicos. Por lo tanto, ¿llegaron los sumerios a Cerdeña?
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